La abundancia de molinos en Galicia tiene que ver con dos cuestiones fundamentales de su geografía y de su historia. Por un lado, la multiplicidad de ríos y regatos que aportan el agua generadora de la fuerza motriz que activa sus mecanismos. Por otro, la intensa e históricamente dispersa ocupación de su territorio, patente ya en el período castrexo, desde unos ocho siglos a. C.
El hábitat disperso gallego, configurado por algo más de 30.000 entidades singulares de población en las que predominan los lugares y las aldeas (más de 20.000 en su momento álgido), unos núcleos poblacionales que secularmente sustentan un complejo agrario entre cuyos rasgos resalta la autosuficiencia. Esta ocupación del territorio y este modo de vida de subsistencia, unido a la abundancia de los cursos de agua, explican en último extremo la proliferación de molinos, que en Galicia son sobre todo hidráulicos, de río, y destinados a moler el grano, proceso imprescindible para la harina y el pan, "a base da mantenza das nosas xentes", en expresión de Xaquín Lorenzo, uno de nuestros más reputados etnógrafos. Por eso el molino constituye, con el carro, la dorna, el hórreo, el telar o el cruceiro, uno de los pilares de la cultura material de Galicia, y es origen también de parte de su cultura inmaterial. ( Copiado de Los estudios sobre los molinos en Galicia, Rafael Vallejo Pousada (Universidade de Vigo).
Los molinos fueron también, lugares de encuentro y objeto del folklore, como lo expresacantiga de José Luis Reza Cabano :
No muíño fan cantigas,
no muíño fan concellos,
no muíño fanse amores,
e contan contos os vellos..